Cosas

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Un raro, un circulo defectuoso, un globo azul medio desinflado luego haber estado inflado en su maxima capacidad.
Un cuero de animal luego de haber ingerido su carne, un estiercol seco por el sol.
Una toalla mojada, un par de medias con barro.
Una galleta con una sola mordida en el cesto de basura, un paquete vacio en el medio del rio flotando.
Las cenizas del fuego de anoche en un campamento esta mañana.
Una pera podrida sobre la mesada de la cocina, un cuchillo sucio.
Una foto velada y una cámara sin rollo.
El eco del silencio luego de un festival, el viento azotando las ramas.
Un cigarrillo apagado a medio terminar con el cuerpo amarillento y curvado por la fuerza de una mano al apagarlo, un cenicero lleno de otras colillas.
El sol quemando lento a medias tintas el cielo, dejando sus naranjas con su píncel del recuerdo.

Sin respuestas.

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Sabés que es lo más dificíl hoy?
RESPONDER ESAS MILES DE PREGUNTAS.
No me preguntes nada, porqué no tengo nada claro.
Siempre la respuesta dá la tranquilidad de escuchar lo deseado.
A mi hoy no me interesa en lo más minimo responderme semejante cantidad de cosas.
Saber o no, responder bien, ser elocuente o estupido. Da lo mismo.
Solo pensar y desquiciarse embistiendo todo tipo de tranquilidad me da la sensación de nada, solo una inherte tranpiración fria que recorre la espalda y el fruncimiento del ceño.
Mentiras e hipocresias, fantasmas del desdén.
Hablar de todo con justa exactitud. Dar la impresión.
Estar por encima, superar las espectativas.
Que pavadas, cuanto miedo...
Antes de que amanezca voy a estar durmiendo. Y mañana cuando hablemos tal vez no esté despierto.
Soy siempre un punto inflexivo en un lugar tan estrecho y tan recto.
Alas no tengo, ni siquiera planeo todos los días. Soy tonto y está bien así para mí.

La ventana

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Hoy Dios no alumbró la ventana de Mario, se olvidó, dejó pasar el día. Supongo que un poco cansado de las quejas y el hastío que le ha regalado este y de los incansables pedidos egoístas que en cada rezo Mario le suplica.
Han pasado las horas y Mario observa las ventanas. Todo permanece oscuro. La rosas del jardín brillan en un bermellón de noche. Hace un rato paró de llover. Mario observa caer las gotas rebeldes y perezozas que protestan contra el inmuntable vidrio.
Dios lo olvidó esa mañana.
A cambió le ha dejado un cama deshecha y vacia, con hedor de ausencia y pliegues filosos.
Mario intenta un viaje inmovíl en su silla y el resplandor de la luna lo humilla sin sentido alguno más que el de mantenerlo despierto estrujando sus mejillas.
Nunca más tendrá amaneceres, ni flores brillando al sol desatando el aroma y el amor a locura, a hermosa locura.
Los días serán marcados con un zincel y tendrá una linterna y señalizaciones para no perderse en la oscuridad del páramo y así simpre podrá llegar a casa y alimentarse del vomito eterno que ha depositado en la tina del baño durante todos los días que le serán calcados.
Dios no alumbró la ventana de Mario está mañana o este día o esta noche...Ya no se distingue que momento del día es, es siempre el mismo, eternamente para Mario.

Simples momentos.

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Gervasio se sentó cobre el cordón de la calle y se despertó.
Luego comenzó a comerse su propio vomito mientras la gente lo observaba con desidia.
Supo lo que habia ingerido y le habia causado semejante malestar.
Regurjitando descubrió nuevos sabores.
Algunas injerencias que tal véz habria olvidado.
Reconoció que en los ojos de la gente que lo miraba existía un gran miedo.
Desatendió sus necesidades y necedades.
Ató fuertemente el cordón de su zapatilla que lo acompañaria en el resto del camino.
Ato muy fuerte el lazo y luego intentó desatarlo.
Gervasio encumbró un deseo, el deseo de hablar.
Tomó su mochila que habia sido desgarrada por unos perros hambrientos mientras el soñaba.
Se levantó y caminó con torpeza mientras el sol hincaba en sus ojos un puñal y se reía de él.