La ventana

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Hoy Dios no alumbró la ventana de Mario, se olvidó, dejó pasar el día. Supongo que un poco cansado de las quejas y el hastío que le ha regalado este y de los incansables pedidos egoístas que en cada rezo Mario le suplica.
Han pasado las horas y Mario observa las ventanas. Todo permanece oscuro. La rosas del jardín brillan en un bermellón de noche. Hace un rato paró de llover. Mario observa caer las gotas rebeldes y perezozas que protestan contra el inmuntable vidrio.
Dios lo olvidó esa mañana.
A cambió le ha dejado un cama deshecha y vacia, con hedor de ausencia y pliegues filosos.
Mario intenta un viaje inmovíl en su silla y el resplandor de la luna lo humilla sin sentido alguno más que el de mantenerlo despierto estrujando sus mejillas.
Nunca más tendrá amaneceres, ni flores brillando al sol desatando el aroma y el amor a locura, a hermosa locura.
Los días serán marcados con un zincel y tendrá una linterna y señalizaciones para no perderse en la oscuridad del páramo y así simpre podrá llegar a casa y alimentarse del vomito eterno que ha depositado en la tina del baño durante todos los días que le serán calcados.
Dios no alumbró la ventana de Mario está mañana o este día o esta noche...Ya no se distingue que momento del día es, es siempre el mismo, eternamente para Mario.

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